domingo, 22 de septiembre de 2019

Dama de cabello carmesí

Una dama de cabello carmesí,
zapatos café
y calcetas violeta,

rizos de chocolate rojizo
y pasos débiles en la vereda,
chaqueta azul desteñida
y la piel rosada quejándose del frío,

un brío que entumece
como de invierno, 
que sostiene los botones
de un abrigo,

mirada entrecruzada,
por el perfil,
como si se le quedase 
algo que ver detrás de sí,

noche morada lejos del hogar,
a pasos,
cientos de pasos largos
y extenuantes hasta la puerta de casa,

estática de televisión 
y ruido silencioso de un motor constante,
suplido por otros 
con el mismo objetivo,
llegar a un destino,

y tú,
confiada en que llegarás a casa,
dama de cabello carmesí,

viendo por la ventana
luces y neón 
entre la ciudad,

una ciudad revoltosa de tráfico eterno
y siesta imposible,

con o sin nubes,
estrellas muertas,
estrellas que escapan de nuestra visión.

La amapola en el salar

Lluvia sobre el salar,
las nubes se posan confiándose en el azar
y la misericordia del viento,

un día no llueve,
y el salar se seca por la llegada del sol,

el salar extraña la lluvia, dijo,
cual romántico cuento
de dos almas inseparables,

lo hecho está, dijo el sol al salar
compadeciéndose de su dolor,

el salar desconsolado,
mira al cielo
y recuerda las gotas que cayeron
y las aves que pasaron,

el salar no está mal,
está regado por el amor de su nube,

en honor a sus días juntos
creció sobre sí una blanca amapola,

blanca como las nubes
y brillante como el resplandor.

El salar ya no estuvo solo,
la amapola le acompañaba,
curiosamente,
cuando más el agua necesitaba,
la lluvia volvía,
como una dama de negro
cuidando de su hija.

La amapola blanca,
hija de la lluvia y el salar.

Taciturnia

Expeliendo sudor congelado por el cuerpo,
corriendo hacia el final de un pasaje
desierto y oscuro,
donde no llega la luz de la luna,
con un piso helado y duro,

donde el moho no crece
y la maleza se seca,
y,
las casas caen en el desuso del aire estancado,

mis pieles caen,
como el tapiz de las paredes
guardando una historia bajo un manto de polvo gris,

que no olvida el fuego,
el fuego gélido de tus manos,
entre callejones que me acompañan
y el silencio de la ciudad,
te veo,
yéndote de ti 
y siendo parte de la niebla,

siento tu aroma desprendiéndose en el viento,
siguiéndome,
siguiéndonos,
como en las noches juntos,

veladas púrpura bajo las estrellas,
y el regocijo
de nuestro silencio luego del dormir las risas,

ya no estás,
ahora sí estoy
pero tú no
y la oscuridad no asemeja tu sombra,

¿qué me queda ya?
caminar sin saber como llegar a casa
y llorarle a las estrellas un segundo de luz,
uno diminuto,
donde quepas tú,
y no mi sangre en el asfalto.

lunes, 20 de mayo de 2019

Intitulable 03/04/2019

Crisis de pánico y empanadas de queso,
un día fatídico y desanimado de color gris
con huellas de daltonismo emocional,

introducción misera
para un día miserable,

un trombón con aires de grandeza
y un sonido celestial
que ahogue mis llantos internos,

partituras frívolas para distraerme
entre punzadas paulatinas en el corazón
y pensamientos furtivos que escapan de la felicidad,

duermo hoy,
como un fruto marchito
sediento de agua,

y amor,

amor de novia.

Mentiras/Deseos 3/04/2019

¿Seré capaz?
¿Seré capaz de correr eternamente duren las penas?

No espero nada de nadie ni de mí,
en algún momento lo hice,
ahora no lo sé,

estoy confundido con quien soy
y que hace el yo que desconozco,

no quiero vivir atormentado 
en un mundo de tormentas,

no puedo cerras mis ojos
y pretender que no están,

me odio,

escribo esto como una justificación
a lo que no me atrevo a hacer,

pronto se acabará todo,
lo sé,
me siento así,

como el tiempo se acaba
y se acaban los días,
me acabo yo,

como se acaban las lágrimas
y se acaba la felicidad,
me acabo yo.

Soy una farsa.

Claro de un anonimato inconcluso

Mañana,
nos veremos entre la niebla gélida
y un rastro de calor uniforme
en el asfalto negro,

frío,
un rostro frío que se pierde
entre los días grises
y reaparece los días soleados
como cual lobo aguardando
la llegada de la luna nueva.


El claro es brillante,
un rebozo de misericordia
entre estrechos pantanosos
llenos de traición sentimental,

grillos acurrucándose 
entre el frío llanto
de una neblina serena
que llega a los pies 
de las torres muertas citadinas,

aúllo desamparado a las nubes
llorando la desaparición de mi luna,

la luna que me prometió 
la confidencia de un amor
apacible e intenso,
que nos cobijaba solamente
cuando ella lo deseaba.


Me quedé desvalido,
ante un inmenso mar
sin el brillo de mi luna prometida,

y como buen lobo,
aullé su despedida.


Lloré los días,
corrí las noches,

entre la sed de un desierto nocturno
y la desesperación del aislamiento,

le encontré,
un oasis con una luna,

distinta,
que me veía
y no me llamaba para darme la espalda,

un claro,
a diferencia del otro,
cálido,
que me aguardaba,
no uno frío,
lejano y de displicencia,

no me sentía ajeno,
me sentía en casa,
una casa ajena pero que desde el comienzo
me esperaba,

esa noche no aullé,
el claro me abrazaba.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Atardecer calipso

Le declaro la guerra al dolor
y una tregua al placer,

no cualquier dolor 
ni menos cualquier placer, 

desafío el dolor 
de la indiferencia proxémica entre los dos
y abrazo el recuerdo de una tarde
cálida entre besos,

suspiro,
tendido en el suelo,
abatido por el frío 
de nuestras charlas,
viendo como se agrietan los deseos
y se alejan los momentos de ternura
a medida que cae la noche,

huyen los sentimientos a caballo
al oscurecer,
y yo, 
corriendo de la noche
esperando que no me atrape en soledad,

es en vano,
quiénes somos para escapar
de la muerte de la luz
bajo un cielo estrellado
que nos mira a los ojos con detenimiento,

tenemos permiso para perdernos juntos
en un mundo gigantesco, 
pero preferimos perdernos 
entre nosotros 
como quien calla 
y atesora un recuerdo
cual solamente puede ser suyo
en su propio mundo,

te denuncio,
de completa negligencia 
viendo el día
y viendo el amor perecer
entre corazones fértiles, 

pero qué, 

acaso no fue mutuo el entierro
de nuestro querer,

acaso no sepultamos lo que sentimos
bajo una montonera de palabras vacías y sin sentido propio,

¿o acaso tú eres responsable de la muerte? 
pues no, 

no lo eres,

la única culpa que poseemos
es dejarnos llevar 
por un ocaso pasional intermitente 
que no dura por siempre,

soy culpable,
culpable de anhelar tocar el cielo
junto a tu compañía.